Una visión de la evolución de la escultura hispana a lo largo del primer milenio antes de nuestra Era, nos sumerge de lleno en la mítica cultura de “Tartesos” situada en el suroeste peninsular. Dentro de este ámbito cultural tartésico (desde la desembocadura del Guadalquivir hasta el Tajo), hacia los S. X y XI a.C., encontramos unas estelas características donde encontramos escenas grabadas representando, de forma aveces esquemática, un guerrero junto a sus armas y ajuar. El estudio de éstas, nos revelaría su carácter funerario. Las estelas funerarias se trabajaban previamente, en ellas se alisaba una de sus caras para grabar al guerrero con su casco, escudo, lanza y espada. En varios ejemplares aparece el carro de guerra y sus caballos, representados con todas sus partes vistas desde arriba, como si se tratase de un plano de un modelo para montar. Además, se incluía en la estela otros objetos, como espejos, navajas de afeitar y algún que otro instrumento musical. Todo nos llevaría a pensar en que la estela pudiera sustituir al ajuar que por norma se enterraba con el cadáver de un guerrero, y facilitar su vida en el más allá.

Nota Foto: Empuñadura de una falcata ibera en el Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid. Hierro y plata. Siglo IV o III a.C. Procedente de Almedinilla (Córdoba, España). Encontrada en 1867.