COLONIZACIÓN FENICIA Y GRIEGA EN PENÍNSULA IBERICA.

Podemos considerar a los pueblos y tribus iberas como una fusión del sustrato autóctono neolítico, y aún anterior, junto con las aportaciones de las distintas oleadas de colonizaciones (fenicias, griegas, cartaginesas) y las mezclas y los intercambios con los pueblos celtas, también de raíz indoeuropea, como los anteriores. Estas tribus iberas alcanzaron cierta madurez ya en el S. VII a.C.

Con la llegada de los navegantes y comerciantes fenicios a las costas de Andalucía, se produjo un claro enriquecimiento cultural en las poblaciones indígenas del Bronce Final y Tartésica, estos contactos dieron lugar a lo que se conoce como período orientalizante extendiéndose también por la costa de Levante y Cataluña.

La influencia que la colonización fenicia ha tenido sobre la cultura Ibérica es evidente, fundamentalmente en la región de Andalucía, donde surgirán nuevas estructuras políticas, una mayor estratificación social y económica y sobre todo, el desarrollo de nuevos sistemas productivos. La proliferación de establecimientos costeros dedicados al comercio podemos apreciarlo ya durante los siglos VIII y VII a.C., siendo los más importantes Adra, Almuñécar, Morro de Mezquitilla, Chorreras, Toscanos, río Guadalhorce, Cádiz, Huelva entre otros.

Hacia el S. VI a.C., la crisis y posterior disgregación del reino de Tartesos marcará el inicio de una nueva serie de facies culturales relacionadas entre sí, por haber pertenecido a la cultura tartésica o por su relación con ella, pero con nuevas influencias exteriores, primero griegas y posteriormente púnicas.

Estos nuevos contactos coloniales, primero griegos y posteriormente púnicos no fueron homogéneos en todas las regiones peninsulares, lo que unido al diferente desarrollo socioeconómico y cultural de los propios pueblos dan lugar a variaciones internas de la cultura ibérica. En Andalucía, foco de la cultura tartésica y donde los contactos externos fueron más intensos, se evidencia una evolución in situ con grandes núcleos de población.Con esta evolución, podemos agrupar a todos estos pueblos en cuatro grandes áreas culturales: Bética, Sudeste, Levante y Cataluña.

Tras una primera etapa de formación, se cristalizan definitivamente las diversas facies culturales indígenas, dando paso a la época de mayor esplendor de la cultura ibérica, finales de los S. V-III a.C., conocida como Cultura Ibérica Plena o Primera Época ibérica.

La delimitación cronológica de esta primera etapa es complicada de situar debido a la falta de fuentes literarias. Sin embargo, se aprecia una ruptura con la etapa anterior que se manifiesta arqueológicamente en la destrucción de los grandes monumentos escultóricos, en su mayor parte funerarios, del sudeste, Levante y alta Andalucía, en un momento indeterminado, que se ha situado a finales del S.V y comienzos del S. IV a.C., Las causas de este hecho no están aún clarificadas.